Rapsodia para el mulo y el diario de campaña a la eterna memoria del ciervo escurridizo hizo patente cómo los performances de El Ciervo Encantado borran la frontera entre categorías dentro/fuera, performance/realidad, estética/política. Siempre en relación con el espacio urbano (La Habana), geográfico (Cuba/Caribe/isla-archipiélago), e histórico, los seres encarnados por los miembros del grupo y su directora dialogan con el público y cuestionan diferentes dinámicas que son tan cubanas como intrínsecamente caribeñas: insularidad y archipiélago, aislamiento y apertura, insilio y diáspora, cruces y desvíos. La multiculturalidad caribeña no resuelta y siempre en proceso, la relación entre la memoria y la creatividad, entre la memoria personal y colectiva y la historia, y el nuevo diálogo que se establece entre el performance, el artista/individuo y su público/convertido en actor, se dan mediante la poética del manglar a partir de un juego entre el ser y el estar. El lenguaje de este juego/performance, como laSONY DSC máscara que utilizan, encubre para poder revelar no solo las preocupaciones personales sino también las sociales, culturales e históricas. Para El Ciervo Encantado, saber quién se es depende del saber de dónde se viene, dónde se está y dónde se quiere estar. Es aquí donde la poética del manglar y lo político del performance se entrecruzan. En ese momento local y efímero del performance se pueden dar “intervalos de subjetivación política”, esos momentos que se construyen entre identidades, entre los espacios que se pueden tomar a pesar de y reconociendo que son los lugares que nos han sido asignados. Si el público que los sigue y el que se topa con ellos disfruta a pesar del desgarramiento es quizás porque los performances de El Ciervo Encantado, en el mangle urbano cubano/caribeño, le abre una ventana, a veces inconsciente, al ser político de Rancière: “El ser-juntos político es un ser-entre: entre identidades, entre mundos” (2006, 71). En una sociedad donde la política se da mediante un lenguaje de “plaza sitiada” y “batallas”, los performances de El Ciervo Encantado resemantizan el espacio público como un lugar donde se puede “ser juntos” e imaginar lo político y el futuro de otra manera.