Café-Teatro La Siempreviva (2004)
Instituto Superior del Arte (ISA), La Habana, Cuba

El Café-teatro La Siempreviva surge en 1998 con el objetivo de propiciar un diálogo artístico y creativo con la facultad de Artes Plásticas del Instituto Superior de Arte (ISA) en cuya aula de conferencias se había establecido el grupo desde el año anterior. El espacio abandonado durante mucho tiempo se había convertido en un basurero de modo que las tareas de limpieza y acondicionamiento del local contribuyeron a visibilizar al grupo en ese contexto. Si bien el colectivo había tenido su origen en las aulas de la entonces Facultad de Artes Escénicas del ISA, el desplazamiento a la Facultad de Artes Plásticas, luego de un breve tiempo de trashumancia por diversos sitios de La Habana, marcaría un nuevo rumbo en la estrategia creadora del grupo, fundamentalmente en lo que respecta al diálogo con creadores de otras manifestaciones. Desde ese basurero convertido en teatro donde trabajaron hasta que los expulsaron, El Ciervo Encantado creó una serie de café-teatros que iban más allá del teatro como género. En este espacio de fronteras porosas los seres nacidos en las obras de teatro se presentaban independientemente como seres/performeros que compartían su historia en el aquí y ahora del público.[2]

Iban acompañados de las improvisaciones de jóvenes artistas de la música, de la plástica y del teatro que siempre han sido fieles Ch.4.3seguidores de Nelda Castillo. Más que nada, influyó en la concepción del café-teatro la necesidad de aportar un espacio de interacción artística de nivel profesional al Instituto Superior de Arte, interacción que había desaparecido casi totalmente durante las crisis económica y social de los años noventa. A estos performances dentro del espacio del teatro transformado en café le llamaron Café-teatro La Siempreviva. Continuando con la recuperación de la memoria cultural, tomaron el nombre de uno de los personajes de Severo Sarduy y del primer periódico cubano de enfoque literario fundado por Antonio Bachiller y Morales (1838-1840). Aquella publicación mensual, dirigida principalmente a la juventud habanera, tenía el propósito de “expresar en un estilo ligero las buenas ideas que de otro modo jamás penetrarían en las masas populares; . . . estimular con digresiones cortas y científicas la aplicación de los jóvenes que se dedican a las letras y ciencias, y por último publicar nuestras observaciones locales sobre las costumbres” (3). Al igual que la publicación decimonónica, el Café-teatro La Siempreviva estaba dirigido principalmente a los jóvenes que buscaban un lugar que permitiera la entrada en moneda nacional y que facilitara la tertulia y el intercambio de ideas en torno a la creación y a otros muchos temas que eran consustanciales a un espacio de formación artística y de cuestionamiento de lo social.

En el segundo Café-teatro (2004), los personajes/entes de las obras anteriores—Auxilio (Mariela Brito), El Cristo de la rue Jacob/Sarduy (Eduardo Martínez), Socorro (Lorelis Amores)—se presentan como performeros que comparten su historia en el aquí y ahora del momento del espectador.

Dos de los personajes que luego protagonizarían los primeros performances-intervenciones del grupo: La Repertorista (Mariela Brito) y Cubita (Lorelis Amores) nacieron del segundo café-teatro (2004). El primero, bautizado como Enriqueta, tenía su propio número en el Café; representaba a una pianista acompañante y estaba inspirado en figuras reales muy conocidas por los estudiantes y profesores del ISA. Trabajado a partir de una máscara completa de estatus alto, la viñeta escénica era un clásico ejercicio de contraste grotesco en comunicación directa con el público. El rigor y la mirada torva de la pianista vista de frente contrastaban con su vestido roto que dejaba ver la espalda descubierta e incluso el trasero, por la ausencia de ropa interior. La credencial del primer congreso de la Asociación Hermanos Saíz, que agrupa a jóvenes artistas y creadores de la Isla, y un bolso para documentos con los productos de aseo, los cigarros y el café de la canasta básica comercializados en pesos cubanos (CUP) completaban la imagen. La reventa de estos artículos prefiguraba una caricatura social que ponía de relieve las complejidades del día a día de una profesional de la música.

El personaje de Cubita nació inicialmente con el objetivo de servir los tragos durante los intermedios del Café. Siguiendo la tradición del vernáculo cubano que Nelda Castillo conoce muy bien —trabajó durante los años 80 1en el Teatro Musical de La Habana junto con Carlos Pous, uno de los consagrados “negritos”[3]—, Cubita lleva la cara pintada de negro y un vestido, concebido por la propia actriz, confeccionado con desechos de productos que solo son asequibles en Peso Cubano Convertible (CUC). Cubita, sin hablar directamente, llamaba la atención sobre las desventajas de los afro-descendientes en la Cuba de inicios del siglo XXI. También se iniciaba allí una reflexión en torno a la doble moneda que reaparecería luego en otras propuestas del grupo y culminaría con el performance en escena Cubalandia (2011).[4]

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Mariela Brito, Cubalandia

 

Café-Teatro La Última Cena (14 de febrero, 2014)
La Capilla de El Ciervo Encantado, La Habana, Cuba

En el 2007, después de la expulsión de la sala creada en el ISA, el grupo encontró un nuevo espacio casi en ruinas pero más céntrico, frente al parque Villalón, en El Vedado. En lo que fue la capilla de una antigua casa donde murió el dominicano Máximo Gómez, general del ejército cubano durante las guerras del 1868 y del 1895, el grupo construyó su nuevo teatro, La Capilla de El Ciervo Encantado. Para despedirse de su segundo espacio–finalmente le dieron un teatro en el 2014–, volvieron a escoger el formato de café-teatro titulado ahora Café-teatro La Última Cena (2013-2014). Irónicamente, a pesar del título, La última cena también tuvo varias instancias. Como anunciaba el correo difundido en febrero del 2014: “Debido a dificultades con la disponibilidad de cemento en el país nuestra mudanza hacia el nuevo espacio de Línea y 18 se ve postergada un tiempo más de lo previsto.” De nuevo, transformaron La Capilla en un espacio polivalente en el que confluyeron las artes. Este café-teatro se estructuró a partir de aportaciones diversas —danza, música, performances, artes visuales— que se barajaban con nueve pequeñas piezas escénicas a cargo de los integrantes del grupo. Junturas inesperadas —la del canto lírico en diálogo con el rap o el jazz, por ejemplo— se amalgamaban con una relectura actualizada del bufo cubano en la que se presentaban personajes de referente real, íconos del teatro popular cubano y otros seres que daban cuenta de aspectos diversos de la realidad más inmediata.

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En el portal, Martica Minipunto (Martha Luisa Hernández) le da la bienvenida al público rapeando “Pragmáticas del yo”, un discurso en el que mezcla fragmentos de la crítica, citas teóricas y pasajes autorreferenciales. El rap sirve de vehículo paródico para encubrir y revelar la desorientación social desde una visión personal característica de los artistas de la generación de la invitada, los llamados “novísimos”.

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Martha Luis Henández

 

Mariela Brito, por su parte, estrenó un nuevo personaje en el número “Orden en el parque de los suspiros”. Armada con un altoparlante y llevando un identificador de la Oficina de Intereses de los Estados Unidos (SINA), salía al portal como la compañera portera para organizar la fila de los espectadores a los que clasificaba, de acuerdo a un ticket que se les había entregado previamente, del modo en que se clasifica a quienes aguardan por la entrevista de otorgamiento de la visa a USA. Divididos en “Salida Definitiva” (entrada negra), “Reunificación Familiar” (entrada azul) y “Asilo Político” (entrada blanca). Los que no tienen ticket también podrán entrar pero tienen que irse hacia la parte de atrás del todo y esperar “el bombo”, es decir, la lotería de visas. Además, todos tienen que tener la solicitud electrónica de la visa que es el programa de mano para poder entrar a la sala. Los espectadores eran puestos por un momento en las circunstancias de los miles de cubanos que buscaban emigrar al vecino país de Norteamérica con el cual la Isla ha sostenido un diferendo que, hasta el 17 de diciembre del 2014, había durado más de medio siglo.

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Mariela Brito

 

Los dibujos de Lázaro Saavedra, colaborador de El Ciervo Encantado y diseñador del anuncio de La Última Cena, transforman las paredes del café-teatro. Son los mismos “muñequitos” que durante el 2012 nos ofrecieron semanalmente un comentario sarcástico sobre la realidad política, social y artística de la Cuba contemporánea. El público se sienta entre ellos, y ambos, como co-protagonistas de La última cena, comparten ese espacio otro desde donde se puede cuestionar la realidad cubana mediante el choteo (humor) y el performance.

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En “La Estrella”, entra el maestro de ceremonias de Tres tristes tigres convertido en un imitador de Elvis Presley (Nelda Castillo), con acento extranjerizante y un poco perdido: no sabe si se encuentra en el cabaret Tropicana o en otro lugar. “Showtime! Señoras y señores. Ladies and gentlemen.” Y preguntando, como Miguel Matamoros y Severo Sarduy, ¿Dé dónde son los cantantes? Elvis nos conduce hacia una nueva indagación en los márgenes de la nación.

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Nelda Castillo

 

En “Rumbo a la gloria”, un balsero (Grisell Monzón) saca cuentas de cuales son las probabilidades de sobrevivir una vez que se lance al mar. Con las frases que escribe en el pizarrón, esta sección del performance es un cuestionamiento tragicómico al por qué de le emigración cubana contemporánea convirtiéndose en espacio de reflexión, de crítica y de análisis de problemas en clave de choteo (humor).

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Grisell Monzón

 

Los invitados Gabriela Burdsall y Luis Enrique Carricaburu, graduados del ISA y bailarines de Danza Contemporánea de Cuba, demuestran que no hay fronteras entre la danza y el performance.

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El personaje del “negrito” del bufo cubano (Daniel Romero), que ya había aparecido en la puesta El ciervo encantado, también hace acto de presencia en “Tap palobajo” para compartir con el público una crítica hilarante al contrabando de mercancía prohibida como los juguetes sexuales.

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Daniel Romero

 

El café-teatro cierra con una parodia a la crítica misma. Los actores del grupo encarnan cinco críticos cubanos contemporáneos– Omar Valiño (Daniel Romero), Yohayna Hernández (Grisell Monzón), Vivian Martínez Tabares (Mariela Brito), Jaime Gómez Triana (Abel Rojo), and Norge Espinosa Mendoza (Arnaldo Galván)—en la “Mesa de diálogo” que resulta ser un monólogo. Cada uno, con vestimenta, gestualidad y discurso perfectos, presenta su opinión sobre la trayectoria del grupo al escoger su puesta preferida de El Ciervo Encantado.

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The Last Supper

 

Al igual que El Café-teatro La Siempreviva quince años antes, La última cena abrió un sitio en el que eran No Captionbienvenidos por igual creadores consagrados o emergentes. Más allá del diálogo con jóvenes estudiantes y profesionales de otras manifestaciones artísticas, el Café-teatro propició un ámbito de formación y desarrollo para los actores —bien fueran miembros del grupo o formaran parte de los diversos talleres que a lo largo de tiempo ha impartido Nelda Castillo—, lo cual amplifica el alcance de la misión cultural del colectivo. Los dos café-teatros apuestan por la recuperación de un espacio para la bohemia en la noche cubana, espacio prácticamente inexistente desde que la Ofensiva Revolucionara en 1968 cerrara más de 900 bares y pequeños negocios por considerar ambos, espacio y bohemia, como políticamente incorrectos (Espinosa Mendoza 19). Sin embargo, a diferencia de la bohemia de los años 50 y de los 60 (intertextos de los dos café-teatros), los café-teatros de El Ciervo Encantado son un espacio para el diálogo y la creación donde se interrumpe el orden naturalizado al crear un lugar de encuentro por y para los que no tienen lugar en ese orden. El poder compartir y co-crear en un estilo “ligero” ideas inexpresables en otros lugares convierte cada instancia del café-teatro en un lugar donde “se hace visible lo que no tenía que ser visto” (Rancière 2006, 30).

 

[2] Usamos “seres” porque, para el grupo, el performance como el teatro es “un suceso que ‘ocurre’ aquí y ahora, involucrando el organismo de actores y espectadores; una experiencia de vida, no una apariencia, donde los actores no representan, sino ‘son’, de ahí la denominación de ‘seres’” (Tamayo 69).

[3] El “negrito” is un personaje típico del teatro bufo cubano. Véase Lane 2005.

[4] Desde 1994, en Cuba circulan dos monedas: el CUP, el peso cubano o moneda nacional con la que los cubanos reciben sus salarios y pensiones; y el CUC, peso cubano convertible, necesario para pagar la mayoría de los artículos de consumo. El CUC está casi a la par con el dólar norteamericano y es equivalente a 24 pesos cubanos (CUP). Este sistema de doble moneda ha resultado en grandes diferencias socioeconómicas entre los que tienen acceso al CUC (principalmente los que trabajan en el sector turístico y los que tienen familiares en el extranjero) y la mayoría que solo tiene acceso a la moneda nacional.